lunes, 9 de enero de 2017

-Memorias del pueblo-


Las flores parecían mustias,totalmente afligidas.
El sol aterrado,silencioso sobre las montañas.
La escarcha vestiría de blanco hasta las pequeñas acacias del desierto.
Los nietos del viejo pastor devoraban un ruin pedazo de pan como el mayor de los manjares.
A las orillas del río,las mujeres con ajetreo zarandeaban sus trapos.
¿Y Alfonso?-balbuceó con gran pudor la profesora Matilde.
Desde la ventana,la clase perpleja observaba como la figura de su compañero se disipaba en cuestión de segundos.
El clamor del patio,alborotando así el aula como si de un circo se tratase.
Los labradores exprimían el sudor de sus camisas con su guadaña al hombro.
La Iglesia colmaba de admiración y respeto al pueblo,suprimiendo cualquier exclusión.
El gallo que nunca quedaría rezagado,ni defraudaría a sus incondicionales.
El tiempo,quizás esas torrenciales lluvias aventajando siempre el dominio del aldeano.
Las muchachitas comenzando a cubrir sus delicados tobillos,prensivas ante el frío de aquella temporada.
El blanco, tan puro y limpio,impregnaba pura inocencia.¿Impregna?No,impregnaba.O eso nos contó la abuela de su mocedad.
Las generosas cazuelas que abastecían el apetito de cuantiosas manadas.
La humildad de sus miradas,la lealtad hacia el caporal o su hermosa campechanía dispuestas a embellecer de vigor a sus extensos campos.
La nostalgia se esfumaba en misteriosos suspiros,allí las princesas no vestían con su ajuar y los príncipes preferían cabalgar descalzos.